martes, 23 de abril de 2013

"La intrusa", de Pedro Orgambide

La Intrusa
de Pedro Orgambide
Ella tuvo la culpa, señor Juez. Hasta entonces, hasta el día en que llegó, nadie se quejó de mi conducta. Puedo decirlo con la frente bien alta. Yo era el primero en llegar a la oficina y el último en irme. Mi escritorio era el más limpio de todos. Jamás me olvidé de cubrir la máquina de calcular, por ejemplo, o de planchar con mis propias manos el papel carbónico.

El año pasado, sin ir muy lejos, recibí una medalla del mismo gerente. En cuanto a ésa, me pareció sospechosa desde el primer momento.Vino con tantas ínfulas a la oficina. Además ¡qué exageración! recibirla con un discurso, como si fuera una princesa. Yo seguí trabajando como si nada pasara. Los otros se deshacían en elogios. Alguno deslumbrado, se atrevía a rozarla con la mano. ¿Cree usted que yo me inmuté por eso, Señor Juez? No. Tengo mis principios y no los voy a cambiar de un día para el otro. Pero hay cosas que colman la medida. La intrusa, poco a poco, me fue invadiendo. Comencé a perder el apetito. Mi mujer me compró un tónico, pero sin resultado. ¡Si hasta se me caía el pelo, señor, y soñaba con ella! Todo lo soporté, todo. Menos lo de ayer. "González - me dijo el Gerente - lamento decirle que la empresa ha decidido prescindir de sus servicios". Veinte años, Señor Juez, veinte años tirados a la basura. Supe que ella fue con la alcahuetería.Y yo, que nunca dije una mala palabra, la insulté. Sí, confieso que la insulté, señor Juez, y que le pegué con todas mis fuerzas. Fui yo quien le dio con el fierro. Le gritaba y estaba como loco. Ella tuvo la culpa. Arruinó mi carrera , la vida de un hombre honrado, señor. Me perdí por una extranjera, por una miserable computadora, por un pedazo de lata, como quien dice.
de LA BUENA GENTE

lunes, 15 de abril de 2013

Sobre Crímenes imperceptibles, de Guillermo Martínez

Una vez leída la novela, y antes de abordar un análisis interpretativo, trabajaremos con una guía de comprensión lectora básica:

1- Reconocimiento del marco: ¿dónde transcurren los hechos? ¿Cuándo? Rastrear indicios espacio-temporales en los primeros capítulos del libro.
2- ¿Quién narra la historia? ¿Cómo se presenta a sí mismo? Hacer un perfil del personaje-narrador, a partir de un relevamiento de información en el texto.
3- ¿Quiénes son los demás personajes? ¿Cómo se presentan? ¿Qué relaciones se establecen entre ellos?
4- ¿Cuál es el hecho que da inicio a la complicación de la historia?
5- ¿Qué vinculación tiene este hecho con el título?
6- ¿Cómo se desarrolla el conflicto? Hacer una secuencia de las principales acciones que permiten la evolución de la historia.
7- ¿Cómo se va construyendo la hipótesis sobre la lógica del crimen serial?
8- ¿Qué hecho representa el clímax narrativo previo a la resolución?
9- ¿Cuándo descifra el narrador el cuarto símbolo de la serie?
10- ¿Cómo se explica la resolución del enigma?

Ahora comenzaremos por la cuestión del género:

El relato policial se define por la presencia de elementos esenciales que permiten la construcción de una trama: un enigma (de carácter criminal), una investigación para dilucidar ese enigma, un investigador, pistas, sospechosos de la culpabilidad y resolución del enigma.

Estos aspectos se presentan de variadas maneras, de acuerdo con las vertientes que el género fue asumiendo a lo largo de su evolución en la historia. Es conveniente, entonces, hablar de los orígenes y de su desarrollo: todos los críticos coinciden en señalar el nacimiento del policial con la publicación de “Los crímenes de la calle Morgue”, de Edgar Allan Poe, en 1841. En este relato, el autor introduce la figura del investigador como un lógico puro, que aplica sistemáticamente la lógica deductiva a su razonamiento, en pos de resolver el enigma de la muerte de las dos mujeres. Pero le añade al personaje la cualidad de poseer una intuición y una visión creadora que complementan su potencia razonadora. Además, su amplio conocimiento de mundo y de la psicología le otorga porosidad espiritual, flexibilidad y proyección a su pensamiento. Por otra parte, la figura del investigador se recubre de otros rasgos: se recorta de la institución policial (investigador “oficial”), a quien supera intelectualmente, y hasta llega a ridiculizar. Es un personaje ocioso, en el sentido de que no debe trabajar para subsistir; esto le permite una dedicación total a la reflexión analítica, lo cual hace más por placer intelectual que por su recompensa material. “El ocio es su negocio”, según palabras de Pedro Luis Barcia. La noche es el ámbito de su mayor producción intelectual; porque a la luz de lo oscuro, el investigador puede privilegiar la percepción de lo esencial sin obstáculos que distraigan la progresión de su pensamiento lógico.

Otro elemento que introduce Poe es la figura del interlocutor: ese ayudante que escribe los casos que el investigador ha resuelto con genialidad, y que a su vez se los ha contado a él oralmente. Esta estructura dialógica permite reconocer en el relato policial la narración de dos historias: la historia del “crimen” (enigma), y la historia de la investigación de ese enigma. Al respecto, conviene añadir que uno de los rasgos distintivos de la trama es que esta comienza “in medias res”, es decir, en el medio del asunto, ya que el crimen acaba de ser cometido. Este hecho es el que da pie a una narración-investigación “hacia atrás”; pero también puede permitir lo contrario: una narración de la investigación “hacia adelante”, en procura de anticipar nuevos crímenes o de prever conductas del criminal. A veces el ayudante asiste a la investigación y en esas situaciones también recibe explicaciones del detective, que despliega todas las luces de su raciocinio ante la mirada encandilada de su acompañante. Así, el asistente cumple una doble función narrativa: es a la vez narratario (porque es el oyente de las aventuras del héroe), y narrador (pues escribe lo que el otro le ha contado).

Esto se puede esquematizar de la siguiente manera:

NARRADOR ORAL le cuenta una aventura a NARRATARIO

NARRADOR escribe la historia escuchada NARRATARIO


R E L A T O P O L I C I A L


En relación con los hábitos nocturnos del investigador, se puede señalar que desde su origen, el relato policial ha sido ambientado en la gran ciudad, espacio vinculado con la posibilidad del anonimato y el ocultamiento de la identidad del criminal. Sin embargo, en el transcurso del tiempo, este ámbito no se mantuvo siempre igual; el relato problema restringió su espacio físico a pequeños lugares con pocos personajes (por ejemplo, El misterio del cuarto amarillo, de Gastón Leroux, o los cuentos de Agatha Christie cuyo investigador es Miss Marple, o incluso algunos relatos de Rodolfo Walsh), lo cual le imprimió al género una de sus características esenciales: el crimen cometido en el cuarto cerrado por dentro. La otra característica esencial es el tema de la “invisibilidad” de algo demasiado evidente.

A la luz de estos aspectos, se puede hablar entonces de otro elemento presente en el género: el sospechoso. Esta figura es construida desde el prejuicio social y cultural que cada personaje –y el lector real también- tienen sobre los otros. Así, normalmente aquel sobre el que recaen las sospechas es un personaje secundario, que representa a un integrante de una clase social diferente de la de los personajes principales (el mayordomo), o pertenece a un grupo social minoritario, marginado por la sociedad o por sí mismo (Camilo Canegato, el personaje de Rosaura a las diez, de Marco Denevi). Este factor contribuye a la constitución de otra característica esencial del género: la desviación, a través de factores distractivos, de la lógica conjetural posible tanto en el lector real como en los diferentes personajes que intentan deducir la solución del enigma; lo cual es introducido por el narrador implícito (es decir, aquella voz que no se escucha, pero que es la que da paso a la o las voces narrativas que intervienen explícitamente en el texto).

Luego de Poe, muchos escritores retomaron el género en clara concordancia con estas premisas fundamentales: Conan Doyle, Chesterton, Agatha Christie, forman parte de la escuela sajona, representantes del policial clásico o de enigma, o relato problema. Avanzando en el tiempo, y trasladándonos al nuevo continente, el género sufre transformaciones que tienen que ver con un nuevo contexto espacio-temporal: surge entonces el policial negro o thriller, cuyos representantes más destacados son Raymond Chandler, Ellery Queen y Dashiell Hammet. Esta vertiente del género presenta como peculiaridades un cambio en la concepción de la figura del detective: este es un profesional que cobra dinero por su trabajo y usa los mismos métodos violentos de sus perseguidos, pero se diferencia de ellos porque es incorruptible; es un duro que devuelve siempre los golpes que recibe y no perdona a nadie. Generalmente sus investigaciones provocan nuevos crímenes, pero él permanece imperturbable frente a esa vorágine de muertes, dinero y delincuencia. Suele parecer un antihéroe, un personaje cercano a la marginalidad a la que debe perseguir por encargo.

La novela policial clásica se desarrolló también en Europa, con autores como Georges Simenon, que a comienzos del siglo XX creó el personaje del comisario Maigret, en una combinación original de los elementos del policial clásico o problema, aggiornados por un contexto realista (la guerra), lo cual proporciona indicios anunciadores del policial negro o duro.

Más cercano a la actualidad, surge un sub-género llamado ficción paranoica, cuya característica constitutiva es la sensación de amenaza, propia de nuestra sociedad contemporánea, permanentemente vigilada por controles que observan e individualizan al sujeto (por ejemplo, cámaras de televisión en los aeropuertos, o tecnología inteligente al servicio del espionaje o la persecución de un individuo). El personaje de esta ficción paranoica es un ser amenazado, que ingresa en un delirio de interpretación, ya que cree que solo puede salvarse si descifra la realidad que lo persigue, en la que para él, todo elemento es un signo que le está dirigido y debe decodificar. El héroe de estos relatos es la víctima, que quiere huir de la persecución que lo acosa y fracasa en el intento, o aguarda, en una espera que se vuelve interminable y agobiante, un final que seguramente lo destruirá (en este sentido, el cuento “La espera”, de Jorge Luis Borges, es un precursor del género).

Guía de análisis:

1- ¿Qué características constitutivas del relato policial están presentes en esta novela? Rastrear a lo largo de la novela aquellos elementos que permiten conectar esta historia con un relato policial clásico o problema. Citar ejemplos de diferentes capítulos que den cuenta de ellos.
2- Releer el capítulo 14, específicamente el final, cuando el narrador refiere el relato de Seldom sobre el libro Crímenes perfectos y la anécdota narrada en él. ¿Por qué se afirma allí que “el peligro principal para el criminal (…) no era la investigación que pudiera hacerse de los hechos hacia atrás (…) sino las trampas sucesivas que podían tenderle hacia adelante.”?
3- ¿Quién cumple, en esta novela, el rol de investigador? ¿Está solo? Justificar y citar ejemplos que refuercen la explicación.
4- ¿Qué características del investigador coinciden con las propias del personaje canónico, y cuáles permiten construir una superación del tipo?
5- Leer el siguiente fragmento del ensayo “La serie de los libros”, de Guillermo Martínez, y establecer una vinculación con el modo de investigación que se lleva a cabo en la novela:
“Quería que la forma de analizar los hechos estuviera penetrada por la práctica matemática, y que el ‘modo de ver’ representara algo nuevo con respecto a esa otra serie cuyos términos más obvios son Dupin, Holmes, Poirot. En algún momento, dentro de la novela, se sostiene que cuando el criminal es verdaderamente inteligente, lo importante no es la investigación que pueda hacerse de los hechos hacia atrás –se le concede al asesino que habrá preparado suficientemente el crimen para no dejar cabos sueltos-, sino las trampas sucesivas que deben tenderse hacia adelante, el análisis de la vida posterior, ‘en lo sucesivo’, de quien ha cometido un crimen. Esto tiene algún paralelo con los métodos de refutación en teorías lógicas y en paradigmas científicos.”

Sobre la interpretación, revisaremos del concepto de verosímil realista, condición que exige el género policial. ¿Cuáles son aquellos elementos que permiten crear en la historia esa ilusión de realidad? Al responder esta pregunta, el lector vuelve sobre el marco espacio-temporal, sobre la caracterización de los personajes, sobre el contexto intelectual al que aluden estos personajes (Pitágoras, Fibonacci, Wittgenstein, Gödel, Fermat, Ockham, en el mundo de los lógico-matemáticos; Dino Buzzati, T. S. Eliot, Virginia Woolf, Lewis Carroll, Jacques Prévert, en el mundo de los literatos; Kant, Descartes, Marx, en el mundo de los filósofos; Mozart, Liszt, Aaron Copeland, en el mundo de la música; Roderick O’Conor, en el mundo de la pintura; René Lavand, en el mundo de la magia y el ilusionismo); estrategia que fluye continuamente a partir de las relaciones intertextuales (con citas y alusiones, sobre todo) que sirven de principal soporte de verosimilitud.

Por otra parte, aunque el protagonista no se presenta a sí mismo con nombre y apellido, la descripción que hace de sí mismo presenta indicios muy coincidentes con el autor empírico, lo cual lleva inevitablemente a establecer una analogía, aun inconsciente, entre ambos.

Ahora bien, lo importante en este texto no es tanto la construcción de ese verosímil realista sino el cuestionamiento que de la realidad-verdad se hace en la novela. Más allá de esta pretensión de construir un verosímil tan acabado, tan perfecto, la ficción pretende deconstruirlo para proponer una hipótesis refutatoria de toda posibilidad de existencia de una única verdad-realidad. Como el personaje de Seldom afirma en varias oportunidades, toda verdad es solo una porción arbitraria de la verdad a la cual no podemos acceder.

Por eso, revisaremos el capítulo 7, en el cual Seldom expone su teoría sobre la verdad, para tratar de explicar cuáles son los dos errores que Petersen, el inspector, comete en la elaboración de su hipótesis, según el matemático. Para responder a esta cuestión, es muy útil leer “La carta robada”, de Edgar Allan Poe, y establecer una relación entre lo que el detective Dupin postula como procedimiento lógico acertado, y lo que critica del pensamiento predecible, con lo que plantea Seldom a lo largo de la novela.

Luego, podemos ya descubrir la “vuelta de tuerca” de la función que cumple Seldom, a partir de las siguientes preguntas:

1- ¿Qué relaciones se pueden establecer entre el capítulo 21, particularmente entre la creación de la ilusión óptica del mago René Lavand, y la manera de proceder de Seldom a lo largo de la historia?
2- ¿Qué paralelismo se puede establecer entre el mago René Lavand y Seldom?
3- Considerando que un dilema es un problema que no tiene solución, establecer un paralelo entre el dilema de Hassiri y el dilema de Seldom. ¿Cuál es, en realidad, el dilema del matemático?

Por último, trabalaremos con el concepto de “puesta en abismo”, para construir la tesis de la novela. La “puesta en abismo” es una sinécdoque interpretativa, es decir una metáfora que define a la parte por el todo, designa la totalidad a través de la mención de una parte de ella. Específicamente en literatura, esta expresión fue usada por André Gide para referirse a la imbricación de una narración dentro de otra, que le es análoga. En este sentido, varios fragmentos del texto pueden leerse como una puesta en abismo de toda la ficción narrativa; y si se considera que la novela postula una hipótesis de lectura, se puede muy bien hallar la misma en la interpretación de esos fragmentos. Por ejemplo, el episodio del hallazgo del angstum muerto puede leerse como sinécdoque de la conducta de Seldom, o de la conducta del padre de Ailin. Además, este tipo de lectura sinecdóquica que permite inferir el todo por la parte, representa el procedimiento lógico deductivo que aplica el investigador del relato policial para inferir la solución del enigma; y es también lo que el narrador espera que haga el lector real: aprehender, a partir de estos indicios sinecdóquicos, el texto de la misma manera que el investigador debe aprehender los elementos que le permitirán llegar a la resolución del caso.

Entonces, el docente pedirá a los alumnos que justifiquen por qué los siguientes episodios funcionan como puestas en abismo:
a- el episodio de la vendedora de tabaco (capítulo 14);
b- el episodio de René Lavand (capítulo 21);
c- la anécdota del libro Crímenes perfectos (capítulo 14);
d- el episodio del encuentro en la sala de espera entre el narrador y el padre de Ailin (capítulo 10);
e- el relato de la teoría de Frank Kalman (capítulo 11)

Finalmente, estamos en condiciones de escribir un texto argumentativo que deberá sostener o refutar la implicancia en la trama de la novela de la siguiente afirmación:
“El crimen perfecto (…) no es el que queda sin resolver sino el que se resuelve con un culpable equivocado” (Crímenes imperceptibles, p. 135)

¿Es perfecto el crimen / los crímenes que se cometen en esta novela?

Y por otro lado, la reflexión final recae sobre el nombre del personaje de Arthur Seldom: en inglés, “seldom” es un adverbio de tiempo que significa “rara vez, de vez en cuando”. ¿Qué vinculación se puede hallar entre el significado y la injerencia del personaje en la trama?