La Nación, Domingo 25 de julio de 2004 Opinión
Un regresivo camino al balbuceo
Pedro Luis Barcia (Presidente de la Academia Argentina de Letras)
El vocablo chat se impuso sobre otras propuestas más elaboradas, como "cibercharla" o "ciberplática", para referirse a la conversación entre personas conectadas a Internet, mediante el intercambio de mensajes electrónicos.
La voz alcanzó arraigo en español y se considera impuesto su empleo. Esta forma de comunicación es de uso dominante en los adolescentes. Merece la atención, porque sus deformaciones ya asoman las orejas en los exámenes escritos universitarios.
Cuarenta años atrás leíamos formas cifradas en los apuntes: "x, en lugar de por", "ej., por ejemplo", "q´ por que", y así parecidamente. Hoy la situación es más preocupante porque las deformaciones de la lengua en el chat son más graves y sostenidas. El interés por rescatar la palabra viva llevó a Tirón a inventar sus abreviaturas para registrar la oratoria de Cicerón. Luego, la taquigrafía procuró retener el discurso animado de los legisladores, en medio de sus debates. Pero ese esfuerzo estenográfico estaba al servicio fiel de la palabra oral, para retenerla en su total vivacidad.
En cambio, los recursos y procedimientos del "chatear" sólo quieren responder a la celeridad e inmediatez de la conversación en tiempo real, y no al rescate de mensajes trascendentes.
Las razones que convierten a los vocablos en bonsáis deformes son varias: el precio del tiempo en red, la tendencia a la rapidez de acción y de estímulo sensorial en los muchachos, cierta idea de liberación de lo estatuido y el cultivo de una forma de diferenciación respecto de los adultos.
Los diccionarios de chat y de SMS al uso no superan los 200 vocablos. Esta es una primera denuncia del empobrecimiento a que lleva tal práctica. En tanto nuestros docentes se afanan por enriquecer y matizar el léxico de sus alumnos, la moda del chat estimula el movimiento contrario. Uno de los grandes problemas de nuestra educación es lograr que los jóvenes se expresen con precisión, claridad y expeditamente; a la inversa, el lenguaje usual del chat los lleva, con paso de cangrejo, a la pobreza expresiva de la que partieron. Castellani llamó a Borges "circuncidador de palabras", por escribir, en su juventud, "ciudá" y "soledá". El procedimiento de quienes "chatean" va más allá: castra, trucida, mutila los vocablos. Si a esta indigencia le sumamos los "emoticonos" (que deberíamos escribir "emo ciconos", para eludir el emotion inglés) o "caritas" usados para sustituir el esfuerzo de expresión de estados anímicos del remitente, la situación se agrava.
De seguro que los contratos que firman los gerentes de estas compañías están escritos con la totalidad de los grafemas de cada vocablo y con una vigilada redacción. La propaganda es para el "zonzaje"consumidor, diría Jauretche, y éste, lamentablemente, es nuestro desvalido adolescente. Tomar con ligereza esta situación, o hacerse eco de la "originalidad" de las deformaciones y combinaciones de palabra e imagen, es ser irresponsables respecto de la importancia del cultivo de la expresión verbal para el hombre libre. Es como celebrar que nuestro hijo de trece años esté dando sus primeros pasos, gatee y haga palotes.
Es un regresivo camino hacia el infantilismo, al balbuceo y al tartajeo lo que las formas expresivas del chat proponen.
Resulta inaceptable que formas de tecnología de avanzada sean usadas para este fin que sume al futuro ciudadano en la imposibilidad de ejercer con vigor su libertad de expresión en su vida democrática.
Clarín, domingo 30 de abril de 2006OPINION
Mensajes de texto
Beatriz Sarlo (escritora y ensayista)
Representan formas primarias de comunicación. La taquigrafía de abreviaturas y las fórmulas con los que son escritos arman un nudo cultural que permite varias lecturas.
En la escritura de los mensajes de texto, QT1BD quiere decir “que tengas un buen día”. Esos grupos de letras, que parecen el nombre de un agente secreto, desesperan a quienes denuncian el “empobrecimiento del lenguaje”. En efecto, las palabras de los mensajes de texto son manipuladas con el fin de que la incómoda tarea de tipear en un teclado miniatura resulte lo más breve posible. Si tuviera que escribir un mensaje de texto, yo también usaría cualquier abreviatura y sólo me cuidaría de que ellas fueran traducidas exitosamente por mi destinatario. La tecnología impone un formato de escritura y, si se escriben mensajes de texto, tienen que ser cortos. Se los escribe por la calle, en el subterráneo o conversando con el vecino. No son redacciones escolares, sino formas primarias de la comunicación.
Una vez instalada la necesidad de escribir mensajitos sin parar, hay que tipear la menor cantidad de letras. Un mensaje de texto es como el sándwich que alguien se prepara y come de apuro: no obedece a las reglas del arte culinario, sino al hambre. Alguien podría decir que es mejor no tragar parado dos rodajas de mortadela, sino prepararse una ensaladita con varios ingredientes, tender la mesa, poner la radio y comer respetando las reglas de las buenas maneras. Pero, en el momento mismo en que se acepta la posibilidad de escribir un mensaje de texto en dos líneas o de mordisquear medio salame mientras se repasa la agenda del día, quedan descartadas la cortesía ortográfica y la culinaria.
Preguntarse por qué se mandan millones de mensajes de texto nos llevaría a otra cuestión que yo resumiría en una fórmula: el deseo de la conectividad instantánea. Es una de las manifestaciones de la mística contemporánea y, por lo tanto, la cuestión no pasa por la taquigrafía de los mensajes sino por la intensidad de su uso.
Preocuparse por las reglas gramaticales frente a los mensajes de texto es como pensar que la alta cocina va a ser aniquilada por las personas que devoran un sándwich sin detenerse a pensar muy bien qué están comiendo y si quieren comer eso que se han puesto a masticar. La proliferación del fast-food no mandó a la quiebra a los restoranes, ni a los restó, ni a la cocina de autor, ni a las invenciones de cocina-fusión. Por el contrario, en casi todas las ciudades del mundo, las cadenas de comida rápida y todas las formas de la tilinguería o el refinamiento gourmet corren cabeza a cabeza la misma carrera de ascenso al infinito. Se diferencian por su público, y no siempre.
Los emoticones intercalados en los mensajes de correo electrónico me parecen infantiles. Pero no se me ocurriría responsabilizarlos por una mayor elementalidad expresiva de quienes los usan. Son signos banales cuyas causas están en otro lado. Y lo mismo sucede con los mensajes de texto: si millones de personas encuentran en ellos una especie de antídoto contra el peor de los destinos que sería el de la baja conectividad, el nudo de la cuestión cultural no está en la taquigrafía de abreviaturas y fórmulas con los que se escriben.
Quienes se alarman frente a los mensajes de texto, consideran que, en otras condiciones de escritura, los usuarios (sobre todo los jóvenes) escriben del mismo modo espasmódico. Si esto es verdad, la responsabilidad no está en las pantallas de los celulares, sino en las instituciones que tienen a su cargo difundir las formas de una escritura más elaborada y compleja. Comenzando por la escuela. Si todos los días todos los adolescentes productores de mensajes de texto tuvieran que escribir un párrafo completo, sin abreviaturas, compuesto por frases largas, con oraciones subordinadas de esas que empiezan con palabras como “aunque”, “pese a que” o “si bien”, si tuvieran que usar verbos en subjuntivo y potencial, si se les pidiera que en ese párrafo incluyeran, como ejercicio, por lo menos tres palabras buscadas más allá de los límites de su propio vocabulario, podríamos estar tranquilos porque los mensajes de texto serían no una amenaza, sino las formas más radicalmente elementales de una exclamación o una pregunta.
Chicos, la consigna es redactar un texto en el que se expongan contrastivamente las posturas de Pedro Luis Barcia y de Beatriz Sarlo, en un texto de al menos tres párrafos. En el primer párrafo deben presentar el tema que comparten ambos artículos, y las hipótesis de cada autor. En el segundo, deben desarrollar comparativamente los argumentos que utilizan uno y otra para sostener sus hipótesis (se puede desglosar en dos párrafos); y en el último deben hacer una conclusión en la que rescaten la que para ustedes es la posición más aceptable, con una justificación propia.
ResponderEliminarFecha de entrega en el blog: viernes 24 de mayo hasta las 23:59 hs.
Cual es la tesis de estés texto
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